La familia Wilson disfrutaba de un largo fin de semana acampando cerca de su lago preferido. Durante todo el verano, Betty había oído en las noticias hablar del virus de la fiebre del Nilo, y se aseguro de traer un repelente contra mosquitos que contenía DEET. Al anochecer, los mosquitos salieron y su hijo Adán de 17 años pidió el repelente. Betty leyó con cuidado la etiqueta del producto y se lo entregó a Adán, explicándole que sólo debía aplicarse el repelente en la piel expuesta, teniendo cuidado de no rociarlo en su cara, y asegurándose de lavarse las manos al terminar de aplicárselo. Adán utilizó el producto como se le instruyó y lo dejó en la mesa, mientras se lavaba las manos. El hermanito de Adán de 4 años, Marquitos, vio a su hermano aplicarse el repelente y quiso hacer lo mismo. Marquitos cogió el aerosol y se lo roció en la cara. Los ojos de Marquitos inmediatamente empezaron a arderle y corrió llorando con su Mamá. Ella noto un fuete olor a repelente en Marquitos y le pidió a Adán buscar el envase del repelente. Adán lo encontró rápidamente y se lo trajo a su mamá. ¡Betty se dio cuenta de que Marquitos se había rociado el repelente en los ojos!, Betty leyó la sección de primeros auxilios en la etiqueta y le lavo los ojos con agua corriente y limpia durante 15 minutos. Después, subió a Marquitos en el coche y lo llevo de prisa al hospital más cercano, estando segura de llevar consigo el envase para mostrárselo al doctor.
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